Partimos de Navas de Estena. Podemos ir en coche, siguiendo las indicaciones que nos conducen hacia en Sur Oeste del pueblo por caminos de hormigón. Cuando acaba el asfalto podemos dejar el vehículo y seguir andando o continuar unos metros más hasta un aparcamiento cubierto (de madera) con capacidad para cuatro o cinco automóviles. Recomiendo la primera opción ya que la marcha no es larga y el aparcamiento, según días, puede estar completo.
Cruzamos un arroyo, el del Chorrillo, por un vado de piedras. Continuamos por su margen izquierda hasta que, tras unos pocos metros, desemboca en el rio Estena.
Ya entramos en materia. Siguiendo la amplia senda, más que senda camino, avanzamos por la margen izquierda del río hasta llegar a unas vistosas formaciones rocosas llamadas “Las torres”. Parecen centinelas que guardaran el paso del Boquerón. Hieráticas, imponentes como jambas de una antigua puerta megalítica.
Luego seguimos hasta que la senda desciende al río y prácticamente desaparece. Esto ocurre a la vista de un puente de madera al que habremos de llegar por unas pasaderas de piedra y con cuidado de no caer al agua.
Cruzamos el puente y seguimos por la margen derecha hasta que, ¡maldición!, una valla nos corta el camino. Por no ensuciar la página, no voy a hacer ningún comentario al respecto.
Para entonces llevaremos recorridos algo más de dos quilómetros que habremos de desandar con el mismo placer que experimentamos a la ida. Para ello, recomiendo borrar de la memoria la infame valla.
Como colofón de esta excursión y si quedan fuerzas,recomiendo subir a la pequeña y moderna ermita que ya habremos visto desde abajo y que se levanta en lo alto de un cerro. Allí hay dos miradores desde donde se pueden disfrutar unas hermosas vistas elevadas sobre la zona.
Mi compañero, y sin embargo amigo, Manolo Díaz Sánchez Cifuentes me aseguró que el Boquerón de Estena era para él un santuario de los Montes de Toledo, quizá exagerase un poco, pero doy fe que no mucho. –Da recuerdos de mi parte al santuario- Me encomendó el día anterior a mi visita. Así lo hice, con la debida reverencia.