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Senderismo en la Mancha

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Pequeñas escapadas. Senderismo

(Senderismo y Land Art)

RUTA DE LAS CARAS

Para ver caras grandes y duras no es necesario desplazarse mucho. Sin salir de nuestra ciudad o de nuestro pueblo podemos disfrutar, fuera de dudas, de una amplia diversidad de ejemplares varios y excelentes. Rostros inasequibles al rubor, duros como aleaciones de titanio, grandes como barrigas cerveceras, largos como hipotecas…
No creo necesario extenderme más en la alusión y en la descripción de estos especímenes, por estar convencido de que todos, alguna vez, hemos tenido la oportunidad de comprobar las sorprendentes propiedades de la sustancia biológica implícitamente citada en el presente texto introductorio.

Pero no todas las caras duras tienen la misma consistencia, ni los mismos efectos sobre el entorno o sobre quienes las contemplan. Las hay de carne, sí, que es en algunos casos muy, muy dura,  pero también podemos encontrarlas de alabastro, de mármol, de granito, de acero, bronce o diorita entre otros materiales. Eso sí, todos ellos más blandos y flexibles, que los antes citados. Y más gratos de ver.
Para comprobarlo podemos recurrir al basto legado escultórico de la humanidad, en cualquiera de los ámbitos en que se manifiesta.
Eso es, precisamente, lo que os vengo a proponer ahora. Si no ¿de qué este rollo?

Dado que estamos inmersos en una sección dedicada al senderismo, y pese a mi natural tendencia a no mezclar las churras con las merinas, sugiero ahora, y sin que sirva de precedente, una fusión, un mix, entre esta sana práctica y la contemplación de una curiosa colección de caras pétreas.

Se trata, dicen los que entienden, de Land Art, palabros ingleses, que vienen a definir una corriente artística del siglo XX consistente en hacer arte, usando elementos del entorno, en espacios abiertos. Hay quienes lo llaman “Arte terrestre”, Arte de la construcción del paisaje” etc… Para más información al respecto, sugiero que hagáis lo que hago yo: Acudir a un experto, si lo tenéis a mano, y si no, Wikipedia o similares, monitor o papel.
Existen muchas expresiones (no todas afortunadas) de estas prácticas artísticas. Una de ellas, muy notoria y sin embargo poco conocida, se encuentra en nuestra región, en Castilla la Mancha, en el pueblo conquense de Buendía. Allí nos dirigimos sin más preámbulos. Vámonos.

La localidad conquense de Buendía, se encuentra a unos 150 kilómetros de Camuñas, comunicada por buenas carreteras que, en condiciones normales, sitúan este destino a menos de dos horas de viaje en automóvil.

Pinchad en las imágenes para ampliar

No nos costará ningún esfuerzo, una vez en el pueblo, localizar el camino que, saliendo hacia el norte, conduce a las caras. Está sobradamente señalizado y nos bastará con seguir las indicaciones. La vía se conserva en perfectas condiciones para ser transitada con el propio vehículo hasta el comienzo de la senda, a unos cuatro kilómetros del pueblo, lugar donde hay espacios suficientes para aparcar. Aunque lo recomendable, en mi opinión, es dejar el coche en la localidad y hacer todo el trayecto campestre a pié. Esto dependerá, en cualquier caso, de las ganas de andar o de la disponibilidad de tiempo de cada cual.

Tanto si optamos por ir en coche, como si lo hacemos por ir a pié o en cualquier otro medio de transporte terrestre (bicicleta, tractor, burro, camello, patinete… etc.) deberemos seguir las indicaciones que, por un bello paraje de tierras cultivadas, aledaño al pantano homónimo del pueblo, nos llevará al inicio de la senda.

Una vez allí, encontraremos un detallado panel explicativo y comprobaremos que el recorrido está perfectamente señalizado. No hay más que seguir las diversas indicaciones para ir descubriendo las numerosas caras esculpidas en la piedra arenisca, que han transformado el paraje, ya de por sí grato de recorrer, en una especie de peculiar museo al aire libre.

Paneles indicadores de la rura de las caras: Pinchad para ampliar

Panorámica del pantano de Buendía

La cercana presencia del embalse, cuyas mermadas aguas se dejan ver desde distintos puntos del recorrido, aporta al paisaje una bella y refrescante pincelada azul.

La ruta carece de dificultad. El desnivel es irrelevante y de la longitud no tengo datos exactos, pero quizá no llegue a dos kilómetros. Omito, por tanto, insertar perfiles y otras referencias técnicas que, para el caso, resultan absolutamente innecesarias.

Las esculturas principales, se deben a dos artistas, Jorge Maldonado y Eulogio Reguillo, que comenzaron esta curiosa obra allá por el año 1992. Entre ellas podemos admirar un espectacular Maitreya  un Arjuna o un Krishna de reciente factura, así como otras caras y otras formas procedentes de diversas épocas y culturas. También veremos sugerentes símbolos y pequeñas obras, no descritas en los paneles informativos, en las que sin embargo merece la pena reparar.

 

Maitreya y Arjuna
Maitreya y Arjuna

Hay quienes piensan que esta intervención artística enriquece el paisaje. Otros, por el contrario, opinan que se trata de una indeseable intromisión humana en la armonía y la belleza natural de este entorno y que, al ser insuperables las formas naturales, el artista no hace sino deteriorar lo que toca y que bien podría dedicarse, en vez de a destruir las viejas piedras que han tardado en hacerse a sí mismas milenios, a darse martillazos y a clavarse el cincel en salva sea la parte. Yo guardo mi opinión. Juzgad vosotros.

Una última cosa: La mayoría de las esculturas están orientadas al oeste o al suroeste, por lo que durante la mañana quedan totalmente a la sombra y solo por la tarde se ven iluminadas por los rayos del sol. Esto lo digo por si sirve de algo a quienes practican el infame vicio de la fotografía.
Disfrutad de la ruta.

 
 
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